domingo, 30 de mayo de 2010

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ON...

MPBlog: 'Algo pequeñito' - Daniel Diges.

Me encanta la polémica. Me encantan las aventuras. Me encantan las coincidencias... Por eso me ha encantado Eurovisión 2010.

La polémica de este año en el festival comenzó ya en la preselección de la canción española con una Karmele Marchante rebautizada como Pop Star Queen, que presentó su candidatura con la ¿canción? 'Soy un tsunami'. El equipo de Sálvame se volcó en este proyecto, tratando de repetir la fórmula de Buenafuente, que hace dos años llevó a Rodolfo Chikilicuatre hasta Belgrado. 

Ante el pánico de ver cómo Karmele encabezaba la lista de favoritos en myspace quedó claro que tve, tras las quejas de la UER, así como el desplante del año pasado con Soraya, no iba a volver a dejar que le tomaran el pelo, así que comenzó un tajante cribado de todas las canciones que consideraban no estar a la altura. Para evitar que se les llamase manipuladores directamente, recurrieron a los más recónditos resquicios de las bases del concurso a los que poder agarrarse para poder llevar a cabo la eliminación de tales candidaturas 'frikies'.

Así fue como nos quedamos sin Karmele o El pezón rojo como aspirantes a representar a España en Eurovisión, pero nada pudieron hacer con la propuesta de John Cobra que, viendo su imposibilidad de llegar al festival debido a que el 50% de los votos los emitiría un jurado, se encargó de tener su minuto de gloria en la gala que tve emitió en directo y sacándole los colores a una Anne Igartiburu que no sabía muy bien dónde meterse.

En esa misma gala salió elegido como representante español el no demasiado conocido Daniel Diges con su 'Algo pequeñito', ante la sorpresa de más de uno. La sombra de la manipulación siempre ha rodeado a Eurovisión. Este año no iba a ser menos. El caso es que este hecho no hizo sino generar aún más controversia, en este caso de la boca de la eterna candidata a Eurovisión, Coral Segovia. Cinco veces lo ha intentado y todas ellas se ha quedado a las puertas. Coral no perdió la oportunidad de poner de manifiesto y sin pelos en la lengua lo disconforme que estaba con tve. Ha prometido que jamás se volverá a presentar y la verdad es que no la culpo.

La propia canción seleccionada también ha dado mucho juego. Y es que pocos he encontrado a los que les haya gustado. He oido casi de todo: desde hortera, aburrida hasta cursi, arrítmica pasando por horrible , ridícula y espantosa. El caso es que la canción del que fuera algún día 'El gato' no se puede decir que haya gustado demasiado. 

Ante esta situación, no parecía que Eurovisión fuese a generar mucha expectación este año en España y, sin embargo, obviando el datazo de Chikilicuatre en 2008, el festival ha obtenido este año la mejor audiencia desde los tiempos de Operación Triunfo en tve, congregando a 5.760.000 espectadores (41,9% de share). La razón... la mayor (y menos esperada) de todas las polémicas, pero vayamos poco a poco...

Muchos son los que piensan que adoro Eurovisión. Nada más lejos de la realidad. Más bien me da bastante igual. Si bien es cierto que de niño lo veía rigurosamente todos los años en casa de mis abuelos y que luego lo retomé con Rosa y Beth debido a la fiebre que supuso OT, la verdad es que no volvi a verlo hasta el año del Chiki-chiki. Me da igual a quién seleccionen, cómo quede España y quién gane/pierda. Por mí como si hacemos como Italia y nos desligamos del certamen. Sin embargo y haciendo uso una vez más de mi carácter contradictorio, es cierto que estoy al tanto de todo cuanto acontece en Eurovisión: la sede de cada año, la canción ganadora, los cambios del sistema de votación,... por eso relato la crónica pertinente en este blog y algunos al leerlo veis en mí a uno de esos que 'eurofans' que esperan Eurovisión como agua de mayo (y nunca mejor dicho). Pues no es así.

Por ello y para desquitarme de tal sanbenito, tenía pensado obviar este año este post y hacer simplemente una pequeña alusión, pero viendo el ritmo que llevo y lo que aún me queda por contar, creo que será el artículo eurovisivo más largo de todos cuantos he escrito. Pero prometo que tengo un buen motivo para ello. Además, qué coño, se supone que este blog es de televisión y que escribo en él lo que quiero, ¿no?

El caso es que hace 7 meses estuve a punto de pisar la capital noruega en un viaje que había escogido tal localización de forma totalmente fortuita, pero una serie de catastróficas desdichas (y no exagero un ápice al designarlas como tal) me dejaron clavada una de las espinas más amargas que he tenido que soportar nunca. Me prometí a mí mismo y a todos los que me quisieron escuchar que no trataría de volver a ir a Oslo en mucho tiempo, pero unos meses después el destino me presentó una oportunidad que no podría rechazar.

Nadie se había percatado, pero Eurovisión iba a celebrarse este año en Oslo... ¿por qué no aprovechar el evento para aliviar el pasado y completar el reseteo de una vez por todas? Dicho y hecho. Eso sí, hasta que no pisé suelo oslovita no creí que de veras pudiera haber llegado hasta allí. Una atmósfera extraña me rodeó nada más bajarme del coche y me animó a sacar fuerzas de flaqueza para hacer del fin de semana una experiencia inolvidable. Ni el cansancio acumulado durante toda la semana, ni los precios prohibitivos ni la falta de impacto turístico de la capital del país de los fiordos... nada iba a estropear el momento. O eso pensaba yo...

Si bien Eurovisión no había sido más que una excusa para alcanzar 'la ciudad maldita', el festival convirtió esas 48 horas en una experiencia única e irrepetible. La buena compañía, el buen tiempo, el buen rollo que se respiraba en la ciudad... todo parecía que iba a salir sobre ruedas. Eso sí, entre que las entradas de la final llevaban agotadas varios meses y que el precio de la reventa se escapaba a la beca Erasmus, no teníamos pensado entrar el 'Telenor Arena' a ver el espectáculo. Pero lo que no esperábamos era que el ayuntamiento no organizara ningún tipo de evento en la ciudad para verlo en pantallas. La noticia, a dos horas del festival, nos sentó como una jarra de agua fría.

Aunque habíamos intentado conseguir entradas gratis de las más variopintas maneras, entre ellas picando a la embajada española un sábado o cantando un 'Velero llamado libertad' en un karaoke, alguien dijo que no se quedaría a gusto si no lo intentábamos a las puertas del estadio. Y hasta allí nos fuimos, media hora antes de que todo comenzara. Nos habían dicho que habría una carpa fuera, así que de lo malo, podríamos quedarnos allí. Pero no fue así. Nos encontramos con un paraje desierto y una carpa reservada únicamente a la prensa acreditada. Ni rogando a los de seguridad tuvimos opción de entrar. La sintonía de Eurovisión retumbaba en el ambiente y Daniel Diges actuaba en segundo lugar. Estaba claro, después de tanto esfuerzo y tanta tontería nos lo íbamos a perder.

Mientras Alexander Rybak interpretaba una año después el 'Fairy tale', nos volvimos locos por buscar una solución. Una tele de 40 pulgadas situada a más de 100 metros de nosotros y separada por una inmensa cristalera fue lo único que logramos encontrar para ver la canción del representante español. El zoom de mi cámara captó un chico con un gorro rojo en mitad de la actuación, pero nadie más reparó en ello. La situación daba pena y risa a partes iguales.


Pero no estaba todo dicho... vaya que no. Quedarse a 'mal ver' allí el festival era absurdo, así que tomamos rumbo de nuevo a la ciudad para intentar hacernos un hueco en algún bar... aun perdiéndonos un montón de actuaciones y sin poder asegurar que hubiera sitio en ningún lado. Así fue como llegamos a la Karl Johans Gate, una de las calles principales de la ciudad, sin demasiadas esperanzas hasta que vimos la luz que despedían cuatro hermosas pantallas gigantes en un bar-terraza abierto en plena avenida, repleto de gente de diferentes países volcados en la celebración del festival. Sin pensárnoslo dos veces, allí sacamos nuestra bandera y nuestras trompetas para unirnos a la fiesta europea.

Tenía el capricho de ver, por distintos motivos, tres actuaciones: la española, la alemana y la israelí. El Milim de Harel Skaat lo podría disfrutar porque sabía que actuaría en penúltima posición, la española ya nos la habíamos perdido y la alemana era un misterio, pero cada vez iban quedando menos canciones. Cuando en el puesto 22 vi salir el mapeado alemán y a la genial Lena Meyer en el escenario no me lo podía creer. Era claramente mi favorita desde hacía meses. Los alemanes lo flipaban al verme desentonar el 'Satellite' con tantas o más ansias que ellos.

Ya que no escucharíamos a Daniel en condiciones, sí que nos preparamos para defenderlo a voz en grito cuando saliera el resumen de canciones al final, pero de repente... algo no cuadraba, España volvía a actuar. Nadie de los allí presentes entendía nada, pero 'Algo pequeñito' volvió a sonar el el 'Telenor Arena' y nosotros nos quedamos sin voz haciéndole los coros a Diges.

¡El destino! - gritaban algunos.

Gato está ahí por nosotros, para que podamos verle - decían otros.

¿Qué había pasado? Allí nadie nos sabía dar una respuesta... Ni el sonido ni la imagen habían fallado en la primera intentona... Pocos minutos hicieron falta para descubrir que Jimmy Jump, el conocido infiltrado en eventos deportivos, había saltado al escenario, logrando burlar la seguridad del recinto para colarse en la actuación española . Por eso la UER había permitido que Daniel volviese a interpretar su canción.

El júbilo, las risas y el desmadre fueron las consecuencias de algo insólito en los 55 años de Eurovisión. Y  nosotros lo estábamos viviendo in situ. Pero una última alegría nos deparaba el festival. Si bien estaba entre las favoritas, no podía creerme que Lena y su 'Satellite' se alzaran con el micrófono de cristal, por encima de Azerbaiyan, Dinamarca o Turquía... justo el año que Alemania es nuestro hogar de adopción. 


Los infortunios se habían tornado en una noche increíblemente mágica, una noche que nunca llegó, porque en Oslo el cielo no se terminó de oscurecer en ningún momento y sólo fueron tres horas las que dejamos de ver el sol. Lo dicho... algo increíble.

Así es que si Eurovisión 'me la pelaba' hasta ese momento y Oslo me producía pesadillas, ahora esas dos palabras juntas traen a mi memoria uno de esos recuerdos que espero no olvidar jamás.

El año que viene a Berlín... o a Hamburgo... y he dado mi palabra que haré lo imposible por estar presente. Pero mejor no hacer planes de momento. Está visto que no sirve de nada. Los días nunca acaban como te los imaginas al despertar... y menos si los empiezas perdido en un parking de una estación de autobuses.

¡Ah! y no lo he dicho... 'Gato' quedó en 15ª posición, sólo una por encima que Chikilicuatre en su día. ¿Qué os parece si mandamos el año que viene a Karmele entonces?

OFF...

1 comentario:

Lucíaaa dijo...

Ha sido como revivir el findeeeee!! me ha encantado!! con todo tu permiso me lo he copiado para tenerlo en el ordenador como un bonito recuerdooo! jiji muaaa! :)